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 EL MOSQUITO TO
  
ace muchos años en un bosque grande, donde había tantos árboles que la luz del sol no llegaba al suelo, vivía un joven aprendiz de búho. El búho Don Mateo había sido como un padre para todos los animales de la comunidad. Pero en realidad sólo era padre del joven Esteban, aprendiz de búho. Don Mateo pasó muchos años en el rango de aprendiz de búho donde ahora se encontraba su hijo, y jamás se atrevió a protestar por nada. Sin embargo su hijo Esteban era un joven inquieto y ambicioso tanto que en ocasiones le había traído problemas. Pues todos los animales sabían donde encontrar a Don Mateo cuando tenían un problema, pero el joven Esteban siempre estaba volando por las escarpadas lomas cuando se le necesitaba.
- Esteban, eres un búho y como búho debes comportarte.- Le dijo su padre un día.
- Pero papá, estoy harto de estar aquí. Déjame que vaya a ver como cazan las águilas.
- Esta noche daremos una vuelta y si quieres llegaremos hasta los nidos de las águilas, pero un búho no debe volar de día. Hay muchos peligros allá fuera que desconoces.
- ¿Peligros? Todo el mundo me respeta porque saben que soy tu hijo. Quiero ser el búho más hermoso y para eso tengo que ejercitar mis alas. Porfa papá.- Insistía con la terquedad de una mula.
- Escucha Esteban, cada animal tiene sus características y debe saber adaptar su vida a ellas.
- Ya, y las mías son ser paciente y aprender a solucionar los problemas de los demás ¿No?
- Por supuesto- Dijo Mateo con dulzura tratando de tranquilizar la ansiedad de su hijo.
- Pues estoy harto, que cada cual se solucionen sus problemas.
- No Esteban, la vida no es así. Debes asumir el papel que la vida te ha dado.
- Soy un ave y mi papel es volar y volar y volar y volar.
- Si pero además de ave eres búho, y los búhos somos animales sabios y por eso servimos a nuestra comunidad de jueces, profesores,...,
- Pero,...,
- Mírate aún eres joven y ahora lo que mejor haces es volar, pero con el tiempo llegarán a ti tus otras cualidades. Debes tener paciencia. Los búhos no destacamos precisamente por nuestras cualidades de vuelo.
- Por eso, quiero volar para aprender a volar como las águilas y los halcones. No quiero ser inteligente, ni paciente, ni sabio, ni siquiera un búho. ¡Solo quiero VOLAR!
- Escucha hijo deja que te cuente una historia que tu abuelo me contó una vez. Tal vez podamos aplicarla a tus ansias de volar.- Esteban ansioso batió sus alas con la intención de iniciar el vuelo pero su padre le retuvo.
- Ya, y que historia será esta vez la del árbol orgulloso, la de la niña que lloraba por su muñeca.
- La niña no lloraba, era la muñeca. Pero no, no es esa, es una historia nueva que jamás te he contado.- Dijo Don Mateo sin enfadarse, con la tranquilidad que los años le habían concedido.- Cerca de la laguna que forma el remanso del río, hace algunos años vivía un mosquito.
- ¿Un mosquito? ¿Me vas a contar la historia de un mosquito?- Protestó de nuevo el joven aprendiz de búho.
- El animal era tan pequeño que apenas tenía que mover las alas para volar.- Continuó su padre como si no le hubiera escuchado.- Esto le había permitido ser uno de los insectos más rápidos e inquietos. Pero su cabeza era tan pequeña que no le cabía mucha inteligencia. El caso es que el mosquito To, que así se hacía llamar nunca había escuchado las lecciones de sus mayores. El prefería practicar su rápido vuelo tratando de mejorar su técnica, para conseguir así ser el más rápido.- Eso le gustó a Esteban y empezó a prestar la atención que las historias de su padre merecían.

>> Una tarde el mosquito To, salió de su casa dispuesto a demostrarle a todo el mundo que él era el animal más rápido del bosque. Primero se encontró con la tortuga Comelechuga. <Hola señora tortuga ¿Ha visto alguna vez en su larga vida un animal más rápido que yo?> Preguntó con su voz trompetera. <Déjame a mi de rapideces yo soy lenta pero segura> Dijo la tortuga Comelechuga sin detener su lento caminar. < ¿Quiere que le demuestre lo rápido que soy? Podríamos echar una carrera, yo volaré a su lado sin esforzarme. Es más, solo volaré con un ala. Y así verá lo rápido que soy.> La tortuga comelechuga le miró atentamente y pensó que no tenía mal aspecto. Si era capaz de caminar tras él, el tiempo suficiente para estirar el cuello, se tomaría un aperitivo de mosquito. <Vale intentémoslo> Aceptó la tortuga Comelechuga. Se pusieron en sus puestos y a la de tres el mosquito To batió su ala derecha con tanta fuerza que cuando la tortuga quiso estirar el cuello y abrir su boca el mosquito To ya estaba fuera de su alcance. < ¡Señora tortuga me ha querido comer!> Acusó asustado el mosquito To. < ¿Cómo voy a querer comerte? Con lo rápido que eres jamás te alcanzaría. Lo que pasa es que estoy lenta y achacosa y ese es el modo que tengo de andar, sacando el cuello y abriendo la boca> Sin quedarse muy convencido el mosquito To vio a la tortuga Comelechuga alejarse caminando del modo más raro que jamás vio caminar a una tortuga. < ¿Porqué habría de mentirle? Las tortugas comen lechuga, todo el mundo lo sabe.> Se dijo a si mismo.
>> Mosquito To, no era de esa clase de animales que tratan de comprender, de modo que sin llegar a entender muy bien lo que había pasado guió su rápido vuelo hacia otro lado, en busca de otros animales a los que demostrar su rapidez. Al pasar sobre un árbol vio a León el camaleón quieto como siempre, abstraído en sus pensamientos. < ¡Hola León! Gritó el pequeño insecto sacando al camaleón de su concentración. <Hola To> contestó León con fastidio. < ¿Qué hacías?> <Estaba probando el cambio del verde al marrón pero alguien me ha distraído> < ¿Te he enseñado alguna vez lo rápido que soy capaz de volar?> <La verdad es que no> Dijo el camaleón mientras miraba con un ojo a To y con el otro a una hoja que amenazaba con caerse. < ¿Quieres que echemos una carrera? León el camaleón había pasado mucho tiempo concentrado en el cambio de colores y ahora se encontraba hambriento. <Vale> dijo viendo al joven mosquito To como una buena comida. To contaba preparado para echar a volar pero antes de que dijera tres, León desplegó su pegajosa lengua dispuesto a comérselo. To echó a volar lo suficientemente rápido como para esquivarla. < ¡Eh! Has intentado comerme>. Gritó entre sorprendido y asustado. < ¿Yo? No, no. Es que,..., estoy acatarrado y cada vez que estornudo se me escapa la lengua de la boca. Es tan larga que a veces no puedo sujetarla ¿Pero como iba yo a querer comerte?> <Es verdad ¿Por qué habrías de comerme?> <Pues eso digo yo ¿Por qué?>

>> El mosquito To, no se había parado a pensar que comen lo camaleones antes del incidente. Y eso pudo haberle costado la vida. Algo le había hecho acordarse de lo que su padre había tratado de decirle tantas veces. ¿Sería cierto que hay animales que comen mosquitos? Pero había demostrado ser tan rápido que en dos ocasiones había burlado los peligros que acechaban y había conseguido salir victorioso. Su padre se sentiría orgulloso cuando se lo contara. Así que decidió volver a casa a contárselo. Y poderle preguntar así qué animales eran los que comían mosquitos.

>> Mientras volaba pensando en sus dotes para el vuelo, vio un pez que nadaba rápido contra la corriente del río. Y pensó que si aquel pez podía nadar tan rápido contra la corriente debía de ser raudo como el viento cuando lo hiciera a favor. De modo que se acercó hasta él y le saludo. <Hola pececillo, he estado mirando como nadas y he quedado maravillado.> <Yo también te he visto volar y lo haces muy rápido> <Si, realmente soy el animal más rápido del bosque> < ¿Por qué no echamos una carrera, a ver cual de los dos es más rápido?> Propuso la trucha Pachucha. < ¿No intentarás comerme?> Desconfió el mosquito To < ¿Yo? ¿Cómo podría yo intentar comerte, si eres el animal más rápido del bosque? Yo soy un pez y no puedo salir del agua, y tu no puedes nadar bajo ella, de modo que jamás podría comerte.> To quedó convencido con la explicación. <Muy bien, saldremos desde aquellos juncos y correremos hasta la piedra.> Cuando dieron la salida pez e insecto comenzaron su loca carrera en busca de la piedra que marcaría cual de los dos animales era el más rápido. To vio que el pez se acercaba inevitablemente más rápido que él. De modo que cerró los ojos y apretó los dientes batiendo sus pequeñas alitas más rápidas de lo que jamás se habían movido. Justo cuando el mosquito iba a adelantar a la trucha esta cambió su rumbo hacia el fondo del río para coger impulso y de un salto salió del agua y se lo comió.
- ¡Papá!- Gritó el joven aprendiz de búho.- No puede morir, él era el animal más rápido del bosque.
- Eso mismo pensaba él. Pero en la vida no vale de nada ser el más rápido, el más grande, o el más feroz, si no tienes algo que vale más que todo eso, la inteligencia. El no hizo caso a su padre cuando trató de explicarle cuales eran los peligros que le rodeaban. Y al no saberlo expuso su vida y la perdió.
- Pero él era joven y todavía no lo había aprendido.
- Por eso debía de haber escuchado más a su padre, para aprender.

Así aprendió Esteban, el joven aprendiz de búho, que aunque es muy importante que los jóvenes jueguen en la vida, no todo es juego. Todos, grandes y pequeños debemos estar atentos para aprender durante toda la vida.

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