Los cuentos aparecen debajo de los dibujos

El Gallo KIRIQUILLO

        rase una vez un gallo llamado Kiriquillo, que no sabía cantar. Os puedo asegurar, yo que le oí, que al cantar solo sabía hacer “gallitos” que hacían reír a carcajada limpia hasta al más serio. Kiriquillo no dejaba por ello de cantar ni una sola mañana al salir el sol. El único que no se reía con los gallitos de gallo cantor era su avergonzado dueño, que odiaba aquel canto con toda su alma.
- Kirí Kirí quirilloooooooooooo.- Cantaba cada mañana.

        Todos los días, al salir el sol, la gente abría las ventanas para oír al gallo Kiriquillo, y reían a carcajada limpia. El gallo salía después pavoneándose entre las gallinas, que burlonas le saludaban entre risas contenidas.
- Buenos días Kiriquillo. Ya escuchamos tu hermoso canto y te agradecemos que nos despiertes cada mañana, con esa alegría y entusiasmo.- Decían las gallinas, aunque entre ellas, comentaban que era su estruendoso alarido, el que maldecían cada mañana porque no las dejaba dormir.
     
      Kiriquillo las agradecía su cumplido y se crecía ante los otros gallos, pues ningún animal de la granja, hacía halagos de sus esplendorosos cantos. Kiriquillo solo tenía dos buenos amigos, un perro sordo y la hija del granjero. Anita, que así se llamaba la niña, se levantaba cada mañana, preparaba las sobras de la noche anterior para su viejo perro Spuk, café para su padre y pienso para los animales. Spuk la acompañaba siempre dentro de la casa donde quiera que fuera, y Kiriquillo la esperaba tras la puerta, para acompañarla fuera.
     
      Un día hubo un incidente en la granja. Un perro se coló por un agujero de la verja y mordió a varias gallinas. Kiriquillo no se enteró de nada, pues estaba de paseo con Anita y Spuk. Por la noche, Alberto, el padre de Anita, salió al corral y se fue derecho hacia el gallo Kiriquillo.
- Mira Kiriquillo- le dijo apuntándole con el dedo- se que llevas muchos años en la granja, y que lo único que te ha salvado de la cazuela, ha sido tu amistad con Anita, porque de no ser así, habría dejado de escuchar tu canto hace mucho tiempo. Pero esto, ya es demasiado. Eres el gallo que peor canta y ni siquiera defiendes a tus gallinas porque te pasas el día con mi hija. Así, que si no te empiezas a comportar como el gallo que se supone que eres, te regalaré al primer granjero que pase por la puerta. Y una cosa te digo, espero que cantes mejor cada mañana y si no sabes hacerlo, no cantes.

        Kiriquillo pasó una mala noche haciendo esfuerzos por aprender a cantar como se suponía que lo tenía que hacer un gallo. Notó que alzando su pico al cielo hasta que le dolía, mejoraba bastante su canto. Y aunque resultaba doloroso, al salir el sol, levantó la cabeza hasta que no pudo más, infló su buche con aire fresco y gritó con toda su fuerza.
- Ki,...,kirillooooo.- Le había salido un gallito final pero ese canto había sido otra cosa. Se pasó todo el día corriendo entre las gallinas, intentando que ninguna se desmadrara. Así que al llegar la noche estaba demasiado cansado, pero debía intentar perfeccionar su ya mejorado canto.
     
      Así pasó semanas enteras cuando una mañana consiguió lo que nunca antes había conseguido. Alzó su cuello más allá de lo posible, infló su buche y cantó como cualquier gallo lo habría hecho.
- Ki KiriKiiiiiii. Ki Kirikiiiiiii.


      Kiriquillo estaba tan cansado que no tuvo fuerzas para alegrarse de lo bien que había cantado. No se sintió orgulloso, sencillamente salió del corral y empezó con su trabajo. Las gallinas comentaban alborotadas que algo había pasado. Que debía de haberse enamorado, para esforzarse tanto en cantar así de bien y en defender su corral de aquella manera, pero el gallo estaba de tan mal humor, que ninguna se atrevió a preguntar.
     
      Cuando había pasado un mes de este cambio, llegó una mañana el sol al horizonte y se oyó el canto de los gallos por todas las granjas del valle, menos en la de Kiriquillo. Nadie en la granja lo notó pues seguían durmiendo. El sol entró por la ventana e iluminó los ojos de Anita con todo su esplendor. La niña se despertó sobresaltada. Ella siempre se levantaba al amanecer con el canto de Kiriquillo y fue la única que notó, que el gallo no había cantado aquella mañana. Bajó a la cocina y preparó el desayuno a su padre. Sólo cuando lo tuvo listo, salió al establo a ver al gallo.
     
      Kiriquillo estaba tumbado con la mirada perdida en algún sitio indefinido. La extrañó que estando despierto no hubiera cantado.
- ¿Qué te pasa Kiriquillo? ¿Por qué no cantaste hoy?
- No sé que me pasa, no puedo cantar.- Dijo el gallo afligido.
- ¿Te duele la garganta?
- No, no me duele nada. Simplemente me encuentro mal.
- Y ¿por qué no puedes cantar?- Preguntó Anita sin entender nada.
- No me apetece. Siento un malestar tan profundo en el pecho, que no puedo cantar.
- Pero si lo haces muy bien, desde hace un tiempo eres el gallo que mejor canta de toda la comarca.- La niña se sentó a su lado.
- Quizás sea eso. Me he esforzado tanto por cantar como todo el mundo espera que cante un gallo, que ahora ellos están felices y yo no puedo hacerlo.- Dijo el gallo sin poder moverse del sitio.
- No te entiendo. Cuando todo el mundo se reía de ti, cantabas cada mañana sin importarte lo que dijeran los demás, y ahora que todos te admiran ¿no puedes cantar?
- Soy el mejor gallo de la comarca, como tú dices. Por las mañanas hago esfuerzos increíbles por cantar, como todos quieren que cante. Luego defiendo mi corral, como tu padre quiere que lo defienda. Por las tardes limpio mis plumas, para aparentar ser guapo como todas las gallinas esperan de mí. Así que cuando llega la noche, estoy tan cansado que apenas como y casi no duermo, por miedo a no despertar a tiempo por la mañana. El primer día me gustó que todos se sintieran orgullosos de mí. Pero ahora, como no duermo, por la mañana me siento cansado y me cuesta el doble cantar. Como apenas como, cada vez me cuesta más controlar a las gallinas. Y últimamente por mucho que ahueque mis plumas, se me ven los huesos. No puedo más.
- Ya sé lo que te pasa.
- ¿Y tiene solución?- Preguntó el gallo sin poner mucho entusiasmo.
- Por supuesto. Tú no eres el gallo de la granja, tú eres el gallo Kiriquillo. Y si trabajas en la granja, no es para ser el gallo del corral, es para poder seguir siendo el gallo Kiriquillo.
- No lo entiendo.
- Mira, tú tienes que ser tú mismo. Tienes que trabajar en la granja para ganarte la comida, pero nunca puedes dejar de ser tú mismo.- Dijo Anita con ternura mientras le acariciaba las plumas.- Te tomas esto demasiado en serio y no dejas nada de tiempo para seguir siendo el gallo que eras antes. Si tienes que cantar,..., canta y si tienes que vigilar a las gallinas,...,  vigílalas, pero nunca dejes de ser el gallo Kiriquillo. ¿Cuánto tiempo hace que no nos divertimos Spuk, tú y yo?- Preguntó y sin dejarle contestar, continuó.- Encuentra un momento para divertirte. Se bromista como eras antes, aunque tengas que gastarle las bromas a las gallinas en lugar de a Spuk. Pero nunca te olvides del gallo Kiriquillo que llevas dentro, él también necesita de tu atención, no solo las gallinas.
- ¿Quieres decir que ahora que hago todo lo que los demás esperan de mí, no debo hacerlo?- Preguntó enfadado sin entender entonces que debía hacer.
- Quiero decir que no debes poner todo tu esfuerzo en una sola cosa. Antes te divertías tanto, que no ponías atención a tu trabajo y te iban mal las cosas. Ahora le pones tanto esfuerzo, que no tienes un momento para divertirte, y también te van mal las cosas. Todo lo bello, lo es en su justa medida. Atiende a lo que te piden sin dejar de escuchar a tu propio corazón. El también tiene sus necesidades.
     
      Era difícil volver a ser Kiriquillo después de tanto tiempo siendo el gallo del corral, pero solo cuando el gallo Kiriquillo lo entendió y lo llevó a la práctica, se dio cuenta de lo que Anita había querido decirle. Ahora incluso parecía que el día tenía más horas. Le daba tiempo a hacer cosas que antes nunca hubiera pensado. Pero sobre todo pudo empezar a ser, él que todo el mundo quería que fuera, sin dejar de ser quien realmente era.

1 comentarios:

Nuria L. Yágüez dijo...

Si todo nos lo enseñaran con un cuento sería mucho más fácil aprender, pero a muchos nos tocó entender ciertas cosas a base de tropezones. Que no haya mas tropiezos, que sigamos todos caminando.

Publicar un comentario